sábado, 22 de diciembre de 2012

El Observador - RCTV Internacional: “Albóndigas de pavo con pepinos y aceitunas” y 1 más.

El Observador - RCTV Internacional: “Albóndigas de pavo con pepinos y aceitunas” y 1 más.

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Albóndigas de pavo con pepinos y aceitunas

Posted: 22 Dec 2012 11:07 AM PST

Imagen tomada de Google

Si deseas preparar algo distinto a los platos tradicionales navideños, puedes probar con estas deliciosas albóndigas de pavo.

¿Qué necesitas?

  • 24 albóndigas de pavo
  • 2 pepinos pelados
  • 1 taza de aceitunas negras sin carozo y cortadas en rodajas
  • 2 cucharadas de ciboulette picado
  • 3 cucharadas de menta fresca picada
  • 2 vasos de yogurt natural
  • 3 cucharadas de mayonesa
  • Pizca de sal y de pimienta
  • 3 cucharadas de jugo de limón
  • 2 cucharadas de ralladura de limón

¿Cómo prepararlas?

  • Calentar el horno a 180º grados y cocinar las albóndigas directo en una bandeja de horno
  • Cortar el pepino, quitar el centro de semillas y picar trozos  pequeños.
  • En una fuente mezclar el pepino, aceitunas, ciboulette y menta, agregar el yogourt, mayonesa, pimienta, sal, ralladura de limón y jugo de este.
  • Unir todo esto y servir las albóndigas bañadas con esta salsa  y acompañar con arroz blanco.

22 de diciembre, día de Santa Francisca Javier Cabrini o Madre Cabrini

Posted: 22 Dec 2012 03:41 AM PST

Santa Francisca Javier Cabrini o Madre Cabrini: Nació en Sant Angelote Lodigiano, en Lombardia, Italia y fue la menor de los trece hijos de Agostino Cabrini y Stella Oldini. Nacida prematuramente, su salud fue delicada durante sus 67 años de vida. Tomó los votos religiosos en 1877, convirtiéndose en la madre superiora del orfanato Casa de la Providencia en Codogno! donde ejercía la enseñanza.

Fue fundadora de la congregación de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y patrona de los emigrantes. Crecida en el seno de una fervorosa familia cristiana, se hizo maestra y ejerció su profesión desde 1872 hasta 1874, año en que entró a formar parte de la naciente comunidad “Hermanas de la Providencia” (de Codogno), que se ocupaba del cuidado de niñas huérfanas. Pero a instancias del obispo -buen conocedor de su espíritu misionero-, se decidió en 1880 a fundar la congregación de las Misioneras del Sagrado Corazón, que ella forjó con el parámetro de su fuerte personalidad espiritual.

Comenzó la vida de la nueva comunidad en un convento abandonado, para ser reconocida oficialmente ocho años más tarde. Por encargo directo del papa León XIII, en 1899 Francisca se trasladó a Estados Unidos para atender de manera especial a los emigrantes italianos. Mal acogida al principio, tuvo que resignarse a enseñar el catecismo en un sótano, pero pronto se estableció en su primera escuela, a la que siguieron otros muchos centros de asistencia en América del Norte, América Latina y Europa.

Algo que nunca pudo aceptar fue que la gente abandonara la religión católica, que es la verdadera, para irse a formar parte de sectas protestantes que enseñan tantos errores. Esto la hizo sufrir mucho, porque en Norteamérica, los católicos eran una escasa minoría y los protestantes, halagándolos con ofertas económicas, los hacían pasarse a sus sectas y al par de años, como esas religiones quitan todas las devociones, se volvían unos verdaderos paganos, sin más dios que el dólar. Contra ésto luchó ella fuertemente durante toda su vida.

En 1892, al cumplirse el cuarto centenario del descubrimiento de América, fundó en Nueva York una gran obra: “El hospital Colón”. Luego fundó nuevas casas de su comunidad en Costa Rica, Brasil, Buenos Aires, Panamá, Chile e Italia. Cuando le decían que no emprendiera la fundación de una obra porque iba a encontrar enormes dificultades, respondía: “Pero, quién es el que va a llevar esta obra al éxito: ¿nosotras o Dios?”, y emprendía la fundación.

Durante doce años estuvo viajando por diversos países fundando casas de su congregación. Ella podría ser nombrada patrona de los viajeros internacionales. Y en su tiempo el viajar era mucho más complicado y difícil que ahora. Su amor por los pobres y su deseo de salvar almas y de hacer conocer y amar más a Dios la llevó de un sitio a otro del mundo, aunque fueran muy distantes. De Río de Janeiro a Roma, de Francia a Inglaterra y de Italia a Norteamérica. Todo por extender el reino de Dios.

La comunidad, que había empezado con ella y siete hermanas, ya contaba con mil religiosas, enseñando en escuelas gratuitas y orfanatos, y atendiendo en hospitales y otras obras de caridad. Hasta los presos de la peor cárcel de Estados Unidos, la cárcel de Sing-Sing, la proclamaban su bienhechora.

Durante los últimos siete años se sentía muy agotada y con una salud muy deficiente pero no por eso dejaba de trabajar incansablemente promoviendo sus obras de caridad y de evangelización. Y el 22 de diciembre de 1917 murió de repente, más quizás por agotamiento de tanto trabajar, que por edad, pues sólo tenía 67 años. Sus restos se conservan en el colegio Cabrini en Nueva York.

Ella fue la primera ciudadana norteamericana declarada santa por el Sumo Pontífice.